esquivar la perfección
y aturdirnos con su roce,
el más fugaz
y eterno.
Win Wenders,
y su París reinventado,
el silencio transforma ecos
inundando grietas de mirar conmovido.
Se desprende la acritud del café a deshora,
no hay billete de autobús
si no se sabe detener la tormenta de barro,
la crisálida es frágil,
su cuidado intenso.
Caminar sobre lo vivido
para intuir lo restante,
dame horas para aprender a jugar,
para decir que la noche no es solo ese desierto de bruma azul...
Desoyendo el lamento del pez herido
un extraño nos trajo mares sin paz
y revueltas cortinas.
Estallido sordo. Los labios se queman. Invierno nítido.
Saber iluminar oscuridades es un aprendizaje,
única ruta,
estela de surcos sobre la nieve.
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