Llegaron con grandes camiones
para instalarte el glaciar.
Fue un trabajo rápido y eficiente.
Sentiste aquel mar estático,
níveo y azul
desde el pecho
hasta la espalda,
y yo lo vi
reflejado en el fondo
de la negra luz de tu mirada.
Cierto día llegó una ola de calor
que empezó a deshacerlo
en súbitas cascadas.
Menos mal que tan solo fue una fuga
y que el servicio técnico no se hizo esperar.
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