Los días son peonzas en un espejo
y el cielo pólvora azul.
Has visto una tortuga nadando al amanecer
y un lago carmesí al acostarse el sol.
Hoy te han confirmado que la inquietud es la semilla de la rebelión
que la impostura tiene fecha de caducidad,
y que la emoción excesiva produce descargar eléctricas
hasta romper los cables.
Rastreas el mismo fotograma hasta que se ennegrece la escena:
La noche huele a tormenta y agua estancada.
El otoño se arrastra como una serpiente sobre tus hombros.
Tu lenguaje te limita y simplifica,
aplacando el brillo de tu discurso,
descubriendo la oquedad que disimulas.
Te das cuenta de que la emoción
se traduce solo a medias.
Tropiezas de forma constante
mientras tu silueta múltiple te sigue de cerca,
estás dentro de una cámara de cine
y esperas que al menos él haya escrito el guion.
La herida escuece,
no hay antibiótico útil:
solo el cansancio
y la intermitente evasión de la rutina.
miércoles, 31 de agosto de 2016
viernes, 26 de agosto de 2016
Inquietud en un exuberante espejismo natural.
Este calor húmedo consigue aplacarme con intermitencias
pues el hueco ardiente de tu reflejo
se filtra incontenible.
Aquí los lagartos son negros y tienen la cola azul,
descansan junto a los caminos sombríos
que recorro despacio durante el día
y con celeridad por la noche,
cuando trato de escapar
de mi propia sombra.
Los días se entrelazan como los cromosomas de ADN:
hay paralelismos innegables
pero como los habitantes de esta tierra,
mantienen con fuerza su individualidad.
Al levantarme he llorado antes de internarme en el bosque.
Me faltan palabras para describir este presente,
siento como las cenizas se disuelven en mis pupilas
y el futuro permanece velado tras la cortina.
Esta incertidumbre me pellizca el hombro izquierdo
jueves, 11 de agosto de 2016
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