Los días son peonzas en un espejo
y el cielo pólvora azul.
Has visto una tortuga nadando al amanecer
y un lago carmesí al acostarse el sol.
Hoy te han confirmado que la inquietud es la semilla de la rebelión
que la impostura tiene fecha de caducidad,
y que la emoción excesiva produce descargar eléctricas
hasta romper los cables.
Rastreas el mismo fotograma hasta que se ennegrece la escena:
La noche huele a tormenta y agua estancada.
El otoño se arrastra como una serpiente sobre tus hombros.
Tu lenguaje te limita y simplifica,
aplacando el brillo de tu discurso,
descubriendo la oquedad que disimulas.
Te das cuenta de que la emoción
se traduce solo a medias.
Tropiezas de forma constante
mientras tu silueta múltiple te sigue de cerca,
estás dentro de una cámara de cine
y esperas que al menos él haya escrito el guion.
La herida escuece,
no hay antibiótico útil:
solo el cansancio
y la intermitente evasión de la rutina.
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