Este tiempo,
con sus ramificaciones
de horas poliédricas, densas, inexorables,
es cuchilla de hojas metálicas:
Te corta el pulso,
y te oxida la palabra
hasta deshilacharte ese verso
que, de forma prematura,
muere enredado en tus cuerdas vocales
haciéndolas crujir como hojas secas.
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