con un cadáver querido,
con ecos de renovada nitidez.
Otra vez esa voz casi extinta.
Atropello mudo.
Patio interior donde no llega el viento.
Este dolor: el río más quieto.
Las 3:35. Las 4:35. Las 5.
Y ni siquiera el privilegio del olvido.
Maldita fase REM.
A veces no es posible correr
hasta dejar atrás a los fantasmas.
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