fueron los labios
tan entretejidos con sigilo de gato persa
y esta media luz
de espera candente,
pasajes a un verano de dalias en jardines vacíos,
y el cuerpo consciente de las horas
cada vez más tibias y ajenas,
en el extrañamiento del viajero anónimo,
del peatón sin sombra,
de quien come nueces esperando a alguien,
sin contar los días,
en el subconsciente de la mujer-pared
que desde su fragilidad intocable
se eleva
te excluye de sus letras rasgadas,
de este tercer velo que supone el poema.
1 comentario:
me gusta la idea del "extrañamiento del viajero anónimo, del peatón sin sombra."supongo que únicamente el viajero anónimo y solitario tiene capacidad de sentir extrañamiento .
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