ajena a las arrugas del presente,
derrumba la muralla con las velas encendidas,
huracanada
prende en ella
el fuego de las flores secas
No hay temblor,
el silencio mece su poema
como penumbra en un café que cierra.
La pregunta muerde su jaula,
el pálpito desborda la boca,
un aullido desde lo distante
no mañana
no después
solo este ahora se invierte:
¿Cómo afrontar con el lenguaje tanto cauce perdido?
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