No me liberes de las heridas,
ni de los escalones que se derriten,
ni de la isla de las macabras máscaras.
Hay que sortear adelfas y barro antes de alcanzar la llanura
en el claroscuro de este bosque.
Al llegar no habrá cuervos sobre las laderas
ni respiraremos temblorosos
ante ese tacto frío
de escama y ceniza.
Seremos habitantes de la lluvia,
ciudadanos de la luz.
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