Aunque las palabras,
como Alejandra señaló,
hacen la ausencia
en lugar del amor,
tienen la manifiesta virtud
de registrar la conciencia
en el hueco electrónico
de estos seres tan fuertes
y frágiles al mismo tiempo.
Las palabras son tan bellas
y crueles porque nos trascienden:
Suponen la antítesis de lo efímero,
contraviniendo con rebeldía
nuestra propia naturaleza.
Las palabras
configuran ese eco
que nos sobrevive,
formulando el poema
que hemos buscado a tientas,
racionalizando lo inexplicable.
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