las pasiones humanas
saben ya casi a déja vu.
los ángeles traicionan al niño
y el pavo real esconde miedo
en ruinas sin nombre.
me gustaría atravesar el óleo de lentejuelas
y bailar un día con los muñecos del reloj de Marienplatz,
aunque me olvide del tiempo cada media hora
y no esté allí cuando me busques a las once.
Hoy me limito a escribir
algo sin apellido
época o escuela,
porque ya no escribimos para nadie,
escribimos solo por inercia,
escribimos ante el horror vacui
de la hoja en blanco,
cuando escuece la memoria
y la noche nos alarga las horas.
el niño renacentista
parece un viejo
y aunque su cuerpo sea níveo y pequeño
nos mira con desafío.
El cuadro tiene colores pálidos,
María Magdalena se avergüenza.
escucha mis botas en el mar,
es el mismo eco.
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