ahora, que el cielo sabe a fruta madura
y los días se te acortan
como si acuchillaran el sol,
las aceras son arenas movedizas para ti.
A través de las vías del tren y su hierro oxidado,
palpando palabras que no mienten
te has perdido en el laberinto del Minotauro
y no llevas código PIN.
Pero no estás solo:
nos sabes esbozados en un viejo cuaderno
mientras la inercia de nuestras manos
deshace la frialdad de este invierno.
Te he encontrado en la última pregunta del septentrión:
sabes que no quedan más estaciones,
por eso, compartimos café
y amor a The Clash tras el huracán.
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