Como nota final de partitura,
eje de una larga melodía,
el último helado
fue regalo de una desconocida.
Ella se lo comió sola,
transitando la ciudad sonámbula,
sintiendo el frío más dulce
al contemplar los patios de esplendor y polvo,
sosiego y fantasmas.
El otoño había llegado,
aquel helado (probablemente industrial)
fue el mejor del verano.
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