La ciudad llora, gris e inhóspita,
sus lágrimas golpean con rabia
al recién llegado,
reprochando su ausencia.
Nada puede camuflar
el dolor de lo incierto.
Dolor sin intermediarios.
Dolor con forma de soledad.
Imaginar el futuro próximo
y prever esa circularidad
del fatigoso fluir
de los días hieráticos
que seca su garganta
y palidece su alma.
El despertar es brusco.
No hay paliativo
y hiere
y anula
y envejece.