Hasta los veinticuatro años
se creyó invulnerable, eterna.
Su juventud la acorazaba
cuando surgía-de oscuros cobertizos-
la violeta víbora del miedo.
Un día enjaularon esa ilusión
y fue consciente de
lo efímera que era su piel,
de lo frágiles que eran sus huesos.
Llegó el temblor
y caducaron sus frescas ramas.
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