martes, 22 de marzo de 2016

Repetición mientras
el cuerpo mengua
y los párpados exigen
el sueño.
Sueño por interrumpir
el eco agónico de la conciencia,
los susurros que fluyen como sangre
envenenada.
La habitación permanece cerrada,
las persianas bajadas.
Qué decir cuando se extingue lo decible. Estas bocas son pozos de agua estancada aunque ya nadie se de cuenta.
Lo terrible es real y no se puede ver ni pronunciar sin abrir cicatrices.
Su presencia debilita el color del cielo
y arranca las raíces de la sonrisa
que algún día esbozamos
pero ya nadie recuerda.
La infección está ya instalada
en estas pupilas sin brillo.
Palidece la vida
y no hay oficina en la que reclamar.

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