el campo desolado
se descoyunta
en mi sangre cálida
y flor de lis.
- No te marchites nunca-
me dijiste aquel día tan azul como otros.
El mundo a través
del ventanuco de un tren
que no me lleva a ninguna parte,
geografía fallida de esta memoria descalcificada.
la tierra
nos atrapa
volteandónos sin remordimiento,
sórdida y bella
como las buenas historias.
Atardece
vías férreas, camino pedregoso
mi pañuelo de seda
y los días enroscados al cuello.
Parámo infértil,
fábrica abandonada,
vacío,
nada.
Una flor en el pavimento inhóspito,
crece,
sus raíces luchan,
la cuidan, la nutren, equilibran sus pétalos,
la velan cuando duerme,
solo
un abrazo
para mi piel de amapola.
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