en otoño,
los gatos le dejan pasar
sobre el tapiz de hojas de nácar y plástico
(aunque tienen fama de poco comunicativos)
solo porque sabe entonar una canción
que ellos entienden.
las calles se ajustan a ella
mientras sonríe ambigua
pues el lenguaje tiene pasajes subterraneos
en los que aún le gusta habitar
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