el cielo huele a azufre,
la tierra finge no temblar,
precavida.
mis manos son madera de arce
y la lluvia un poema de otro tiempo,
hay libros que nadie se ha molestado en abrir esta mañana,
mi cuerpo es un sueño desierto
de nubes con doble identidad.
hoy la música de la calle
no es tan antigua,
el sol tiene los labios secos
y tú no has despertado aún.
al abrir los ojos, no te olvides:
esta ventana sigue allí,
donde ayer la dejaste.
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