las manos del padre
de los niños que dicen
no quiero,
el cuerpo de la mujer
de ojos de lluvia,
una soga en el cuello
del pájaro,
y tan lejos de la piedra
que pusimos en la montaña
llegamos al mar
para que me ahogara
antes de llegar a la isla.
se me quiebra la voz
cuando me destruyes
hilo
a
hilo
mientras tanto
juego a no padecer
al menos en público.
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