el hogar de los acordes trucados
tiene un balcón frente al mar.
La tierra tiembla
al acoger estas manos frías.
Café y claridad en un cielo inestable,
las llaves del cuadro descubren
el miedo de quien ve los cuerpos desvanecerse,
hay incedios que la piel conoce,
huellas sobre la misma calle.
Sigo el camino de los sauces,
la sinfonía irreal de la noche
a través de la tarde lenta
me inunda en remolinos de sal,
como el despertar de un letargo,
la duda en los pájaros y su silencio.
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