sábado, 17 de noviembre de 2012

Este desierto sin oasis
carcome la piel, los árboles, el vidrio.

No hay rescate más allá del mapa,
sola a una distancia inabarcable,
escuchando el eco de sí misma,
está envejeciendo décadas, lo siente cuerpo, en boca, en la fatiga que ahoga su respirar...

Aúlla sin mordaza
como quien se hunde en arenas movedizas,
donde no hay nadie, nadie, nadie

solo eco,
compañero cruel.

Eterna caída y su promesa
de caer a plazos,
como las hipótecas,
como las facturas,
aplazando la vida hasta la asfixia.

Y envolviéndolo todo esta sucia jaula.

Jaula. Jaula. Jaula. Esta terrible jaula de silencio.

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