ella sabe que nadie la observa,
juega con las manecillas del reloj
sin la pretensión de detener la noche,
la noche no le pertenece
ni su aroma se demora en otros labios.
Es una imagen sin reflejo,
la sed de un jaguar herido,
el cuerpo de una flor lejos de la tierra,
tembloroso pero aún bello,
un silencio en las montañas del tiempo joven.
dime por qué se esconde
para trazar telarañas de poemas
en estos charcos de la nada,
a dónde se dirige
dejando huellas con esta estela de faros en el mar,
bebiendo luces de ciudades inabarcabeles,
olvidando cadáveres exquisitos en un banco de tren antiguo,
encendiendo velas al principio de lo sagrado,
donde siempre hay pleamar
y aprendes a dirigirte a tientas,
allí, donde ella está,
aún sin saber quién es,
esperando cerca
ella cuenta, tú cuentas
un, dos, tres, cuatro
aprende a leer sus márgenes:
traducíos en el desatino de un impulso.
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