las hojas
eran láminas que nadie compró,
el támesis
aquel lugar donde se descubría ese temor de la mujer marina,
el temblor de su tinta,
la luciérnaga que atrapó el niño que ya no lo era.
El último museo cerraba siempre a la hora del té,
sus cuadros se nutren de lluvia,
nadie consegue dormir,
siempre espejos que murmuran
y sirenas como bocas encendiendo la noche.
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