Ellos se miran, sonriéndose en los espejos,
como pavos reales cegados por los ambientadores de marca
que sus padres les pagaron,
en camas pequeñas imposible dormir juntos,
se atan solo a veces,
se buscan hermosos en cámaras fotográficas
desoyendo su latir ajeno y mudo.
Luego nosotros,
nosotros como enigma inquietante.
Tan cerca
y tan ajenos.
llegamos al pez
y trascendimos.
Trascendimos
como quien se desata de esos abrazos de los cadáveres,
solo con la lúcida ebriedad de permanecer juntos.
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