La bahía es un cuerpo tranquilo,
su lenguaje derrama paz,
no tiene métrica
ni ha oído hablar del estructuralismo.
El vaso de la luna,
la llamada del rey apátrida,
el presente esta sellado en la piel.
La piel es el principio del sueño.
El cuchillo late en la orilla,
son todas las escarchas
contra la arena,
el poder de la legua
no surcada,
la espuma
sobre una boca ingrávida,
que ya sin ausencia ni cal
a través del papel traslúcido
despierta con sabor a sombra,
tan temblorosa,
tan tibia...
Esta ciudad muralla
conoce el placer de la constancia
mecida por el último gigante de la lluvia.
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