Una pareja gritaba a las nueve de la mañana en el parque del sauce. El niño del peto vaquero miraba impávido, como si lo que estuviera presenciando fuera una escena televisiva especialmente monótona. Su madre, al ser domingo,había tratado de alisarle el pelo sin éxito. En una hora debían ir a la iglesia, donde ahogaría bostezos y tras el oficio intercambiaría cartas y gestos cómplices con los otros niños. Él no conocía a su padre. Jamás le había hablado nadie al respecto, así que siempre tendía a imaginarlo alto y con el pelo tan rizado como él. El chico era taciturno, siempre salía con cosas extrañas que la mayoría de los adultos tomaban por inocuos desvaríos infantiles. Pero él, nunca admitía que fueran solo juegos de un niño.´Sus mundos eran todos igual de reales( aunque no todos le gustaban de la misma forma).Su padre existía solo en uno de sus mundos, esos mundos gracias a los cuales se sentía más feliz que un adulto. Los adultos, como su madre, solo poseían uno, y la mayor parte de las veces, eran incapaces de interpretarlos con simplicidad y necesitan pastillas, copas de vino o cigarrillos junto a la ventana. Él sin embargo, al conocer muchos, era capaz de distanciarse y verlo todo con mayor objetividad. El que mejor cuidaba siempre era el de su padre, en aquel mundo, siempre jugaban al fútbol, iban a pescar, al cine, le leía cuentos al atardecer...Era el único que no se reía cuando el niño le explicaba sus otros mundos. Su padre no era muy hablador, pero sabía escuchar y sonreía mucho, y siempre aparecía en la plaza del sauce triste al despuntar el alba, cuando no había nadie.
Hoy sin embargo, allí estaba la pareja, estancando la posibilidad de abrir ventanas al mundo de su padre.¿O quizás estuviera perdiendo sus mundos? Una punzada de miedo recorrió su delgado cuerpo. El niño estaba olvidando imaginar, demasiadas horas enfrente de su nueva nintendo. La pareja seguía gritando, pero su tono de voz se había elevado aún más. Molesto, el niño se acercó y solemne, justo al llegar a su lado, les dijo con exquisita educación, como su madre le había enseñado rigurosa, hablando como niño de buena familia :
-chssss!¿Quién es el niño aquí? Las ideas se disuelven y no puedo jugar. Mira, jugad conmigo, y si no, pues dejad mi plaza.
La pareja no había reparado en la presencia de aquel niño de grandes ojos verdes. Se quedaron en silencio. Eran díficil calcular su edad exacta, la chica parecía más o menos como su prima mayor Miriam, unos dieciocho años o así, y él, él parecía algo mayor. Ella tenía dos grandes sombras negruzcas en las mejillas, le daban una extraña apariencia casi fantasmagórica, había llorado. Él tenía el ceño completamente fruncido y era como cinco centímetros más alto que el padre imaginario del niño. Al fin, el hombre, despegó los labios, con una voz tenue:
-Vale.
1 comentario:
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Un comentario al texto:
Varias cosas importantes desde mi punto de vista:
1) En prosa no pretendidamente poética como esta, céntrate en la historia. Lo fundamental: esclarecer y separar bien las ideas y la trama. A partir de esa base, añadir los fuegos artificiales. Aquí me resulta un poco confusa la historia en general y la explicación de los "mundos", y en el desarrollo final confundo los sujetos (la pareja, por ejemplo, no se define bien)
2) elimina la sobreadjetivación innecesaria (sauce triste, peto azul, enredada cabellera). Elimina algunos adjetivos para que otros cojan fuerza; elige; si no se hace innecesariamente barroco -céntrate en contar la historia-. Reduce el exceso de adverbios (especialmente monótona, evidentemente sin éxito, etc); tiene más fuerza, creo, decir "había tratado de alisar su enredada cabellera sin éxito", el "evidentemente", me parece vano.
Prueba a reescribir el texto tratando de contar sólo la historia de la manera más clara posible. A ver qué queda :).
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