en sus brazos
no quedaban más que sombras inadvertidas,
era aquel fondo de cal enterrada
y hiel estética,
frente a ella
él parecía despertar de un letargo,
había melodías estivales en su risa,
pero la imagen permanecía inmutable,
constante,
atemporal,
como el reloj hierático de la ventana contigua.
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