Éramos tan bellos
porque la condena nos magnificaba.
Fuimos la plenitud de los rayos de sol
antes de la negrura de la tormenta.
Tormenta terrible de cielo raso
y árboles en flor.
Su crueldad ilimitada e impasible
nos engulle y arrastra
mientras los niños siguen naciendo
y se oyen conversaciones vacuas,
y los carteles siguen anunciando
esos objetos que ya no deseamos.
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