es esta misma manta
y las perlas que caen
rompiendo el cielo
este cielo que se hunde en ti
hasta que sonríes desde otra superficie
es esta misma carencia
sobre tus hombros desnudos
( ninguna otra)
una agonía de flores prematuras,
la cicatriz que ocultas bajo los párpados,
esa afición del poeta a parecer sosegado,
un cimiento del ataque sin advertencia,
no hay planos para quien no sabe a dónde ir
y aquí está ella,
impertinente,
con su apetito voraz
y la muerte en un beso,
pegada a la luz que dejas al desprenderte
de toda cuerda,
estremecida sobre el frío cristal de la horas,
horas impávidas que bajo la lluvia te dejan pasar,
porque el adiós es un dolor que también te nutre.
ahora me dices que no interpretar es un alivio para quien siempre sufre sed,
la sed es niebla en los cuerpos que viven mucho,
y aquí está ella
(ninguna otra)
palpable,
esta insidiosa raíz de la rutina.
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