Tus ojos de espuma
subrayan la elevación
de quien ha danzado con la muerte
sin raspar su silueta frágil.
Dijeron que encontrarías
a alguien que te guiara
por los callejones de la ciudad prohibida,
sus palabras crecerían en ti
hasta que los frutos maduraran,
entonces nada parecería tan estéril,
nadie encontraría gestos menguantes
ni palabras desechas.
Pero, después,
después volverías a tu soledad,
y las voces muertas
te absorberían como esponjas,
necesitarías pautas para volver a respirar,
un, dos, tres,
un, dos, tres,
bailar un vals con el presente,
luchando sin alzar la voz
para no despertar
la percepción de lo imperfecto.
Quizás Escribas
al lidiar con lo omitido
sobre tu cuerpo gélido,
aún desprovisto de luz
ante el frío.
Quizás aclararás el cielo con lo aprendido
hasta ser guía de un alguien futuro
para escalar inviernos,
para encender el mundo.
Así lo espero.
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