Sentía el clamor
de la batalla
pero eran todo folios mal doblados
y música comercial
en un fondo desvahído.
La heroicidad discutible del hombre de hojalata
contra mis manos de muñeca diabólica.
Usted se dejó una carpeta sobre la mesa,
nunca pude enviársela a ninguna dirección,
aún espero un golpe en la puerta
y la solemnidad de su abrigo osuro,
algún día,
cuando todo sea un esfumato
y nadie se acuerde de todos los soldados de plomo
que destrozamos entre estas paredes,
cuando usted miraba por la ventana
y yo me detenía en su expresión absorta,
sin que el tiempo fuera límite,
en un espacio interior, lejos de la nieve.
EScribo para recordarle que vivimos al margen un día.
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