No hubo paliativo
el café fue lo único casi dulce
( y no había en el ni fantasmas de azúcar).
Caían destartaladas en la negrura
aquellas paredes que escondían promesas
mientras tanto,
en la terraza,
ellos permanecían ajenos a la tragedia,
saboreando los lentos ritmos de la tarde más cálida,
conversaban sobre vanalidades
como horarios o rutinas,
sin frases oscuras.
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