no sé si llorar,
reírme con la boca herida
o vestirme con la calle
para llevar conmigo los ecos
de los transeuntes noctámbulos,
conozco la frialdad del río
y el sol como una apuesta,
ellos hablan para indicar presencia,
sus palabras son los leves quejidos
que alivian la espera más necesaria.
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