Mordaz
y tibia,
pálida
como un domingo invernal,
desprende inercia
mientras se formalizan
las iniciales del día.
Distancias
en vías independientes.
La metrópolis les trajo una vez café, miedo y unión.
Pero los kilómetros no cesan
de pasar.
Y la gente toma decisiones.
Cambia su abrigo.
Muda la intención.
Se estudia el gesto.
La mañana,
sus huellas sobre piel hermética,
timbre de melodía desvanecida.
Él es una voz lejana.
Los instantes de la ciudad fragmentos de un sueño encendido.
Sus labios se curten en la espera.
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