martes, 2 de abril de 2013

El frío pegajoso
se ha posado sobre sus brazos
un martes no numerado.

Todos están reunidos pero no ella,
ella lee sobre las maravillas de la hierba en el desierto,
ese desierto donde camina descalza para clavarse espinas de cactus,
gritar,
quitárselas
y retornar a su sonámbulo mutismo.

La irónica rutina de Prufrock resuena aún
deshaciéndose en la voz insegura
de quien sufre más articulando palabras que leyéndolas,
como una canción triste en un oído saturado.

Mucho trabajo
para una boca que rechaza café
y este lento frío
que se adhiere a la palabra,
congelándola,
deteniendo el poema,
desarmando sus corazas
hasta que la permanencia es solo el vacío,
el absurdo,
la poesía después del poema.

Poema roto.
Sus migas sobre la moqueta.

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