martes, 12 de enero de 2016



              vallas
                       muros
                                 verjas de acero
                                                        cemento, piedra y alambre


para protegerse de sus semejantes.

Ya no pueden soslayar la maraña de vicios y virtudes
que les es más propia que sus propios nombres,
dictados por otros, 
o que el territorio geográfico donde han nacido
por una mera cuestión de azar.

Su mortalidad provoca
el anhelo de vivir deprisa
y se resisten a enjaular su juventud
en recintos cerrados,
a someter el impulso a la rutina.
Estos seres son una fábrica
de deseo constante,
deseo maquillado con
valores y religión,
atenuado con leyes.

No hay animal
más temible
que el ser humano en esta tierra,
para los demás seres que la habitan
y, sobre todo, para sí mismo.

No hay comentarios: