miércoles, 10 de febrero de 2016

Resiliencia
ante el estupor al comprobar
que hasta el último centinela
abandona estas ruinas.

Los pájaros evitan esta dirección
y la lluvia acelera su caída.
El gris infinito se conmueve
cuando el oxígeno disminuye.

Y no hay aire,
ni fulgor,
solo resignación
ante la certeza
del castigo sobre
estos cuerpos
arañados.

Se me rompe el verbo
mientras los barcos huyen
para no ver lágrimas colapsadas
ni el hielo que perdura.


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