miércoles, 31 de agosto de 2016

Los días son peonzas en un espejo
 y el cielo pólvora azul.
Has visto una tortuga nadando al amanecer
y un lago carmesí al acostarse el sol.

Hoy te han confirmado que la inquietud es la semilla de la rebelión
que la impostura tiene fecha de caducidad,
y que la emoción excesiva produce descargar eléctricas
hasta romper los cables.

Rastreas el mismo fotograma hasta que se ennegrece la escena:
La noche huele a tormenta y agua estancada.
El otoño se arrastra como una serpiente sobre tus hombros.

Tu lenguaje te limita y simplifica,
aplacando el brillo de tu discurso,
descubriendo la oquedad que disimulas.

Te das cuenta de que la emoción
se traduce solo a medias.

Tropiezas de forma constante
mientras tu silueta múltiple te sigue de cerca,
estás dentro de una cámara de cine
y esperas que al menos él haya escrito el guion.

La herida escuece,
no hay antibiótico útil:
solo el cansancio
y la intermitente evasión de la rutina.

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