martes, 16 de agosto de 2011

el camerino vacío
arrastra la sombra de una mujer pálida con sed de frambuesa,
ocultando su memoria en el tocador
fija su mirada en la fábrica de Terry Gilliam.

Ha creado un oasis con limite temporal,
hay baldosas para tropezar,
pero todo está asegurado,
nada muere,
es una llanura de notas estremecidas
pero ilesas,
la belleza de la luz en otros ojos
a través de algún cristal,
dicen que aquel rascacielo es una lupa.

La melancolía y el sueño,
los caminos más tardíos del parque,
la tormenta de colores cálidos
y el aroma a flores y especias,
la ventana,
un surco,
las luces de la ciudad adormecida,
un verano es el animal más lento,
la burbuja de lluvia
que regenera los versos,
un suspiro
en el principio de un cuerpo esquivo.


Ella es el fin de la niebla,
no habla
solo sonríe estrenando el tiempo.

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