miércoles, 10 de agosto de 2011

esta cárcel
tiene manos y dedos,
memoria y nombres propios,
es como un búho insaciable,
la figura que nos aleja,
un ecalón a ninguna parte,
el desierto en los incendios de la voz.

Después de los ojos que se rompen,
en una vidriera nos veo
y no me gusta.

Aspiro sombras,
el cuerpo ata,
la vida se ralentiza,
nadie puede salir
en la calle donde todo queda prohibido,
aquí mismo,donde la nada perdura inamovible.

Solo empiezo a aterrizar en esta llanura de colores espantados,
en este principio del fin de las cosas volubles,
y también el pasado es un idioma extranjero.

Llega la paz
pero el gesto gesto es ya un animal endurecido.

El esfumato, su piel borrosa,
nadie se ha llovido tanto como ella en el parque,
las miradas electricas de la mujer serpiente han quemado el pararayos.

Hoy los hombres de la previsión se mojan
al esconderse en mapas demasiado pequeños,
las goteras en sus paraguas son sangre,
no hay luz
para este sueño invetido.

notas oxidadas,
una magnolia yerta
en la cicatriz de lo que fue bello,
vida mermada en una ola,
palabras cálidas
en lagunas ponzoñosas,
la tarde esconde lazos que ahogan.

Son las ocho y media
los días se encharcan
no puedo respirar.

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