jueves, 24 de marzo de 2016

El muelle está tranquilo
y el cielo permanece nublado.
Se escucha una canción popular
a través de los cristales de un grisáceo edificio.

Los antiguas canciones suenan
en las bocas de los jóvenes
para ahuyentar el miedo a dejar de serlo.

El profesor-ya no tan joven-
canta también
más allá de su propia pena.

La voz permanece intacta,
luz del faro
en la oscuridad de la niebla,
valiente barco
ante la ferocidad de las olas.

Cantan para unir sus voces
y crear un vínculo invisible
que perdurará en algún cajón
nunca trazado.

Cantan porque están vivos,
cantan porque cantando
se alivia el dolor
de nudos invisibles
que oprime sus muñecas.

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