martes, 24 de abril de 2012

La murallas de la ciudad
siguen inmóviles,
también los rascacielos en Atlantic city
y el futuro desierto es una llanura difuminada.

La tarde huele a sangre y corcho,
los paraguas están ya abandonados
y el café del viernes
destila esa húmeda atmófera
del café y la melancolía gastada.

El presente es solo esa caricia
que pese a las uñas,
 añorarás
cuando ese inmenso micromundo que criticaste
esté tan ajeno como pleno,
suspendido en la piel
que inconsciente
 memoriza.

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