jueves, 7 de abril de 2016

Rodearse de juventud
para paliar la presencia insoportable
de la muerte.

El cuerpo traiciona,
el cuerpo aniquila,
el cuerpo desemboca en desesperación.

No hay un buzón de quejas
para lo que más importa.

Como en las tragedias clásicas
los personajes no pueden evitar la fatalidad.

Los rostros se demacran
y el todo
es un muñeco deforme.

Se pudre el gesto
se ahoga el alma
y no hay plan de evacuación ni bote salvavidas.

Solo queda sobrevivir
bajo la uniformidad de un cielo plomizo
que devora las entrañas,
que deshace nuestro ser.

La vida es un valle de lágrimas
y no solo en la Edad Media
y no solo teóricamente.
Ojalá fuera un mero concepto,
una abstracción como todas
las que hay que interpretar
en la enseñanza reglada.

Esto es escribir poemas malos
como terapia parcial y fallida,
registrar la impotencia en un
marco sin cuadro.

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