miércoles, 13 de abril de 2016

Éramos tan bellos
porque la condena nos magnificaba.

Fuimos la plenitud de los rayos de sol
antes de la negrura de la tormenta.
Tormenta terrible de cielo raso
y árboles en flor.

Su crueldad ilimitada e impasible
nos engulle y arrastra
mientras los niños siguen naciendo
y se oyen conversaciones vacuas,
y los carteles siguen anunciando
esos objetos que ya no deseamos.

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